Los Aluxes Cosmovisión Maya
Foto tomada en Yax Chilan Chiapas México |
En el mundo religioso de los mayas prehispánicos todo tenía
un caracter divino (A. Ruz, 1981:185). Se creía en la existencia de tres
grandes planos armónicamente relacionados: el cielo, la tierra y el inframundo
(M. de la Garza, 1993:25). El espacio celeste era sostenido por cuatro dioses
bacabes, y alojaba trece niveles con un dios particular en cada uno de ellos.
La tierra habitada en su capa superficial por el hombre, producto superior de
la experimentación divina según el relato del Popul Vuh, así como los animales
y vegetales terrestres. que sin perder sus características sagradas constituyen
el sustento y la vida de los hombres. Por último, el tenebroso y temido
inframundo, formado por nueve estratos y un número igual de divinidades. Como
se puede observar, el número de dioses del panteón maya era extenso, sin
embargo los tres principales fueron Itzamná (el dios creador), Chaac (el dios
de la lluvia) y los Pahuahtunes (dioses de los vientos). Cada uno de ellos,
conservando su propia unicidad pero a la vez manifestando su presencia en cada
uno de los cuatro puntos cardinales: sac (al norte, representado por el color
blanco), kan (al sur, color amarillo), chac (al oriente con el color rojo), y
ek (el occidente, con el color negro). Ante esta avasalladora omnipresencia de
dioses -mayores, menores e identidades asociadas a ellos- los ritos y
ceremoniales se multiplicaron en todo el espacio y el tiempo, siendo la clase
sacerdotal la que aplicó un férreo control ideológico que no disminuyó hasta la
invasiva llegada del hombre europeo con la imposición del monoteísmo cristiano
y la sustitución de algunos dioses por figuras consagradas del santoral
católico.
Prácticamente
desde el siglo XVI hasta la actualidad, la evangelización en el área maya ha
sido continua, constante y progresiva, sin embargo, la obra de frailes,
párrocos y obispos inquisitoriales, fieles extirpadores de hechicerías,
supersticiones e idolatrías ha sido incompleta. Descripciones minuciosas de los
propios curas, y sobre todo, en este siglo de antropólogos mexicanos y
extranjeros dan cuenta de la operatividad contemporánea de su amplia
pervivencia y de su indudable vitalidad. En todo este contexto, ¿Quiénes son
los aluxes? ¿Dónde se les ubica? ¿Qué funciones desempeñan? ¿Por qué son objetos
de primicias y ofrendas ceremoniales?
El Diccionario
Maya editado por Cordemex resulta bastante escueto: ALUX: geniecillos del
bosque // ARUX: enano legendario. (A. Barrera, 1980:15). Ante esta evidente
parquedad informativa recurrimos al Diccionario de la Medicina Tradicional
Mexicana editado por el Instituto Nacional Indigenista. Allí, basándose en los
datos proporcionados por Oswaldo Baqueiro, Marie Odille Rivera y Alfonso Villa
Rojas se menciona lo siguiente: ALUX. Maya. También arux y alusch. Duendes
traviesos que deambulan por milpas y montes después de la puesta del sol.
Calzan alpargatas y portan sombrero, presentando los rasgos de un niño indígena
de tres a cuatro años. Generalmente son inofensivos pero si llegan a molestarse
con algún ser humano pueden enviarle un aire enfermante que produce escalofrios
y calentura. Por el contrario, si se les ofrenda comida, se vuelven guardianes
de la milpa de quien se la congratuló con ellos, asegurándole una buena cosecha
como recompensa.
En su faceta de
cuidadores de una milpa, los aluxes tienen la capacidad de secuestrar a uno de
los chaakob (plural de chaak) o deidades de la lluvia, y ponerle a trabajar en
beneficio del milpero agradecido. Se cree que estos duendes son la encarnación
de las figuras prehispánicas de barro que abundan en los sembradíos de la
Península de Yucatán. Algunos agricultores destruyen estas figuras cuando las
descubren con el fin de evitarse las exigencias de los alux. (C. Zolla,
[coord], 1994). M. Aranda, cronista campechano, agrega que estos duendes
"diminutos y traviesos" provocan tolvaneras, remolinos, gritos raros
y otros fenómenos, cuando se enojan al escuchar blasfemias y groserías
provenientes de la gente que deambula en sus cercanías. (1985:85)
En Pisté, pueblo
cercano a Chichén-Itzá, los aluxes son "como enanitos de barro con sus
sombreros del mismo material. Viven en las cuevas y grutas con sus perritos de
barro. A veces se les oye tocar sus instrumentos que son algo así como
trompetas, también de barro" (F. Horcasitas, 1964:40). Entre los mayas de
Belice, aparte de su corta estatura, son viejos y su función notoria es la de
cuidar y preservar el código moral de la comunidad, castigando cualquier tipo
de exceso (O. Smailus, 1974:220-221).
Descripción de una primicia u ofrenda a los aluxes
Con motivo de la recolecta de información etnográfica de
campo en la Península de Yucatán, tuve la oportunidad de asistir a una
ceremonia especial en honor a los aluxes. A principios de marzo de 1993, un
viernes por la mañana, me presenté en la casa de Don Felipe, un conocido h'men
o sacerdote maya deTunkulchén 2.
No lo encontré en su casa pero amablemente su mujer me llevó
a la casa donde él se encontraba dirigiendo los ritos de ofrenda a los aluxes
cuidadores de la milpa. La esposa le llamó en dos ocasiones y es seguro que al
salir a la calle había interrumpido las oraciones. Le expliqué la razón de mi
presencia y le solicité un diferimiento de la entrevista para el día siguiente
y que me permitiera observar -con respeto- la ceremonia. En el momento en que
llegué ya habían degollado cuatro aves de corral (dos guajolotes, un gallo y
una gallina). Don Felipe se encontraba rezando frente a una mesa con una cruz,
dos velas y trece jícaras: doce con sacá (un pozol preparado con maíz
seleccionado, canela, cacao y azúcar) y otra con balché3para completar el
sagrado número trece. Hizo oraciones y en un momento de reposo me explicó que
él tenía sus "espíritus profectores" que le ayudabán a curar, a
extirpar maldades incrustadas en el cuerpo y que la hechicería era frecuente en
la zona. Al continuar la ceremonia,
Don Felipe con una rama en las manos hace la señal de la cruz mientras sigue
con las imploraciones. Llama a cada uno de los hombres participantes
(incluyéndome en la lista), uno por uno nos vamos colocando frente a la mesa,
hacemos la señal de la cruz sobre las jícaras con pozol, y tomamos de la
agradable y refrescante bebida. Después los concurrentes -siempre bajo la guía
del h'men- elaboran los grandes "panes" hechos a base de trece capas
de masa de maíz, luego nueve a las que se les agrega semilla de calabaza molida
y finalmente trece "panes" pequeños llamados "sapos" que
son envueltos en hojas de plátano. Preparan el horno (o píib), colocan los
moldes que contienen la mezcla antes descrita y tapan el horno con hojas,
lonas, costales vacíos y tierra. Mientras se cuecen estos "panes",
todos descansan de la febril actividad realizada y circulan -entre bromas,
chistes y regocijo- el balché y el refresco de cola combinado con aguardiente.
Una vez transcurrido
el tiempo necesario, generalmente poco más de una hora, se sacan los
"panes", se espera a que enfríen y se les desmorona en varias
cubetas. Se les añade el caldo proveniente de las aves sacrificadas (llamado
k'ol), carne desmenuzada y menudencias. Se mezcla bien hasta formar un masacote
y por último se colocan las extremidades de las aves en la parte superior. A
partir de este momento se inicia la principal ceremonia. Don Felipe invita a
todos los niños pequeños a que permanezcan a un lado suyo. Me aclaran que las
mujeres jamás aparecen porque les pueden entrar "aires" debido a su
débil condición humana. Esta primicia es ofrecida a los aluxes y a tres dioses
protectores. Al final de los rezos y una vez convidados los dioses ancestrales,
seguimos los simples mortales. Después los alimentos son repartidos a todo
aquel que lo solicite no importando su procedencia o condición social. Me
explican que esta ceremonia lo hace la familia "X" cada dos años. Su
costo es de aproximadamente quinientos pesos y que los resultados han sido
positivos porque se han tenido buenas y abundantes cosechas.
Algo más acerca de los malévolos aires que pueden enviar los
aluxes
Al día siguiente, Don Felipe me señala que los pacientes
asisten con él por presentar "malos aires" que les causan daño
corporal. Existen "aires de milpa", "aires de casa",
"aires de piedra". Ejemplifica con un cliente que está construyendo
un comercio en un terreno pedregoso. Toda la familia ha enfermado e incluso el
propio comerciante tiene dolores generalizados: "No aguanto, me duele
todo..." Don Felipe agrega: Es un aire malo... busca si hay cinco elotes
para poner sacá, para que pueda quitar todo el mal. El jueves fui a quitar
todo, a componer ese lugar. Ensalmé a su mamá, sus hermanos, como siete personas
(...) [Una primicia] Sí, eso desean ellos [los aluxes]. Hay veces, andando
están vacilando los aluxes. Esos son su lugar. Si va a insultar a esos,
revientan todo su corazón... entre dos horas ya está muerto. Puro aire. Empieza
a doler todo su cuerpo. Tiene que quitar, tiene que morir.
Cabe resaltar que
esta enfermedad es exclusivamente curada por el h'men (L. Caballero, 1988: 25),
y en función del dominio que se debe tener para ejercer el control sobre estas
entidades cuasi-humanas se requiere que el h'men tenga un carácter fuerte, del
que carecen -con rarísimas excepciones- las mujeres. Si no se cuenta con esa
fortaleza los "malos aires" penetran y lesionan el cuerpo del
pretendido curador. (R. Campos, 1993). Además la utilización del aguardiente y
el cigarro son importantes elementos protectores del curador como lo
ejemplifica un h'men del oriente de Yucatán que entre los rezos toma el
aguardiente para que "no nos haga daño el mal viento que está saliendo [de
la persona enferma], si uno no quiere tomar el aguardiente, tiene que untárselo
en la cara, en los ojos para que no dé el mal viento a uno" (I. Cardeña,
1985:36).
Hacia una interpretación sociocultural de los aluxes
Con todos los datos que hasta aquí hemos presentado es
posible arribar a ciertos comentarios sobre el tema de los aluxes.
En primer lugar,
estos rituales dirigidos a estas deidades significan que los dioses ancestrales
gozan de cabal salud, pese a la poderosa fuerza que despliega la Iglesia
Católica. El mejor ejemplo de esta trunca evangelización en las zonas rurales,
es que el mismo Don Felipe es -como ya dijimos- un conocido h'men de la región
pero es simultáneamente el encargado de la capilla católica dedicada a la
Virgen de Guadalupe. Por otra parte, en estos rituales parecidos a la misa
católica (por algo le llaman "misas milperas") existe una combinación
de elementos prehispánicos como el uso del balché, del sacá, el píib,
sacrificio de pavos, empleo de los números sagrados trece y nueve; pero también
occidentales que han sido resignificados y apropiados como el uso de la cruz en
la mesa, la mención de santos católicos en los rezos, sacrificio de
gallináceos, la bendición haciendo la señal de la cruz, ingestión de
"jaiboles" a base de alcohol y un refresco de cola.
En segundo lugar,
esta prácticas propiciatorias a los aluxes significan una disminución de la
angustia individual del campesino y su familia, trasladando dicha tensión al
nivel colectivo, a la comunidad inmediata a la que se pertenece y en la que se
hace participar a los parientes y vecinos (M. A. Bartolomé, 1988:251). En este
mismo sentido, estas ceremonias tienen como objetivo llamar a la solidaridad, a
la re-distribución de alimentos, disminuyendo así las actividades contrarias
que puedan expresarse bajo el rubro de envidias, cuyo manejo involucre el
empleo de actos de hostilidad directa o bien de hechicería dirigidos hacia
aquellas personas y familias que han tenido excelentes cosechas y, por tanto,
mayor acceso a bienes y servicios.
En tercer lugar,
no es de extrañar que se realicen estas ceremonias en las sociedades agrarias,
pues ellas dependen para su sobrevivencia (y de la nuestra también) de la
regularidad cíclica de las lluvias, de la fertilidad de la tierra, de la acción
clemente del sol, de la actividad benéfica de los vientos, de las nubes, etc..
En este sentido, los aluxes tendrían alguna potestad mediadora sobre los dioses
de la lluvia y de los vientos, para ponerlos al servicio de los campesinos en
sus milpas, pero también queda claro que existe una relación entre estos aluxes
y el envío de remolinos, ventarrones y por supuestos de los maléficos aires.
Esta ambivalencia de los aluxes, como seres protectores y/o castigadores,
permite reforzar las sanciones para el cumplimiento cotidiano de los deberes
personales y comunitarios, contribuyendo así al control social al interior de
la colectividad (F.J. Guerrero, 1981:233 y O. Smailus, 1974:222).
En cuarto lugar,
las ceremonias dedicadas a los dioses tutelares y a las entidades asociadas (y
aquí nos referimos también al ritual priopiciatorio de lluvias llamado Ch'a
Chaac, al K'ex, que sirve para la extracción de un "mal aire", al
Hanlicol, o comida de agradecimiento por la obtención de buenas cosechas. Todas
ellas presentan un elevado contenido de identidad étnica e incluso de
contrapropuesta y resistencia cultural a las formas homogeneizantes de la
cultura nacional y occidental que los grupos mestizos han introducido y
masificado. Por ello recordemos que la mayoría de las rebeliones indígenas e
incluso de la denominada "guerra de castas" en el siglo pasado,
fueron promovidas, organizadas y dirigidas por los h'menob, es decir, por los
chamanes y sacerdotes indígenas, que son los verdaderos herederos de los
hombres sabios de elevado conocimiento que vivieron el esplendor de la cultura
maya, antes de la llegada de los dzules, o sea, de los extranjeros.
Deseamos terminar
este breve artículo con el fragmento de una oración maya lacandona para
solicitar la curación divina:
Frente a ti
ofrezco mi copal, es para tí. (...) Cumpliré de nuevo con mi ofrenda de posol,
es para tí (...) Frente a ti hago mi don, de nuevo, para tu felicidad (...) Yo
te he colocado en el nuevo brasero, mírame haciéndote nuevamente un don para tu
felicidad, mírame haciéndote un don para el espíritu de mis hijos. Que no
queden cercados (por) la enfermedad, que no les aprisione el viento frío en los
pies, que nos les aprisione el fuego de la fiebre. Entra, camina y ve a mi
hijo, sana a mi hijo. (D. Sodi, 1982:79).
*Médico familiar con maestría y doctorado en Antropología Social.
Coordinador de Investigación del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina,
UNAM
*Médico familiar con maestría y doctorado en Antropología Social.
Coordinador de Investigación del Departamento de Historia y Filosofía de la Medicina,
UNAM
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